La Tierra, un planeta

 

 

vivo (IV):

 

 

Un presente humano

 

 

y un futuro incierto

 

 

 

Introducción

 

            En los anteriores artículos de esta serie he tratado la agitada formación y la fascinante evolución de nuestro planeta. En este último artículo escribiré sobre la aparición del hombre sobre la Tierra, ese recién llegado, animal peculiar, inteligente y temible…., de su expansión y de la intensa alteración ambiental que sobre nuestro sufrido planeta está provocando y que, sin duda, va a determinar el incierto futuro de la Tierra, en especial de su biosfera (nosotros incluidos), tesoro vital de este planeta, que puede sufrir una de sus más graves crisis debido la poco sabia actuación humana.

 

El hombre, ese recién llegado…

 

 

             La especie humana pertenece al orden Primates, familia Homínidos. Se caracteriza, además de tener la mano prensil y la visión estereoscópica y cara achatada, como otros primates, por la postura erecta, carecer de cola, el abandono de la vida arborícola y sobre todo por el uso de herramientas, su cerebro extraordinariamente grande y su gran inteligencia.

 

 

Hace unos 8 millones de años, movimientos ascendentes del material del manto terrestre provocaron una rotura en África oriental iniciándose el actual “rift” continental, enorme brecha tectónica que separa la franja este de África, al sur de Etiopía, del resto. Este fenómeno alteró el clima ecuatorial de esta franja este que pasó a tener un clima monzónico, con estaciones secas, y la selva se convirtió pronto en una sabana abierta. Los primates, antecesores del hombre, de esta zona tuvieron que adaptarse a un ambiente totalmente nuevo. De este modo aparecieron los homínidos sobre nuestro planeta.

Un proceso tectónico → Un cambio ambiental (selva a sabana)  → Presión de selección sobre antecesores primates → homínidos

 

     A partir de este hecho, la evolución de los homínidos se pone en marcha. Esta evolución la conocemos, cada vez con más detalle, debido a los fósiles de humanos que se han encontrado y que van apareciendo  a medida que transcurren los años y que nos permiten establecer un esquema filogenético cada vez más completo, aunque con muchos interrogantes todavía.

 

            Hay algunos registros fósiles muy antiguos que son dudosos: pueden estar en la base de los homínidos pero también pueden ser primates antropomorfos muy afines a aquellos: me refiero al cráneo de Toumaï (Sahelanthropus), del Chad, de hace 7-6 m.a., el hombre original (Orrorin), de Kenia de hace 6 m.a. y a Ardipithecus ramidus, de unos 5 m.a., de Etiopía. Estas especies eran todavía arborícolas, aunque en algunas ya se apuntaba el bipedismo.

 

            A partir de las especies incluidas en el género Australopithecus  ya se puede hablar propiamente de especies homínidas. Se han encontrado restos diversos del esqueleto y dientes que se han incluido en varias especies; las mas representativas son: A. anamensis (4 m.a., Kenya), A. afarensis (3,5 m.a., Etiopía y Tanzania), la conocida “Lucy”, A. africanus (3-2,5 m.a., Sudáfrica), el primer hallado, y los “parantropos” o australopitecinos robustos que vivieron hasta pasados los 2 m.a. y se extendieron por África del sur desde África oriental.

 

Vemos que los australopitecinos se expandieron por buena parte del territorio africano pero  todavía no dieron el paso de salir de este continente. Aunque caminaban algo inclinados, habían alcanzado ya el bipedismo, liberando así la mano. Su cráneo, con un aspecto todavía tosco y parecido al de los simios, presentaba sin embargo una serie de rasgos que nos hacen pensar que tales seres se hallaban en el camino de la hominización. Así, aunque la capacidad craneana oscilaba entre 435 y 600 c.c., muy alejada todavía de la humana, presentaban una región frontal bastante desarrollada, un toro supraorbital (engrosamiento del hueso frontal encima de las órbitas de los ojos, que forma una especie de visera sobre éstos) prominente, aunque menor que en los Póngidos (gorilas, chimpancés y orangutanes) y un prognatismo muy acusado (inclinación hacia delante de la mandíbula inferior en relación con el frontal), pero con el maxilar con tendencia a alargarse mas hacia abajo que hacia delante, carácter que les va separando también de los Póngidos. El arco dentario es aún imperfectamente parabólico, pero existe una clara reducción de los caninos, de tal manera que el aparato dental se parece ya bastante al humano. Pese a todo, mantienen un notorio aspecto de simio que se ve reforzado por una robusta musculatura del cuello y de la cara. Aunque podrían tener una cierta habilidad manual no se ha demostrado que fuesen los autores de la industria de guijarros (pebble culture), actualmente asociada al H.habilis.

 

 

Hace unos 2 m.a. en el valle del rift africano (África oriental) coexistieron hasta cuatro especies diferentes de homínidos, un parantropo y tres primitivas especies del género Homo: H. rudolfensis, H. habilis y H. ergaster, en un alarde de diversidad evolutiva simultanea en los homínidos.

 

 

Las características del género Homo con respecto a los australopitecinos son:

El género Homo, presenta marcadas diferencias con el género Australopithecus y presenta un proceso de hominización más acentuado. La estructura de la pelvis y la forma del fémur indican que ya tenían una postura erecta buena y eran bípedos. Las extremidades superiores son ya más cortas que las inferiores. La mano, no solamente es prensora, sino que debido al gran desarrollo del pulgar y a su oponibilidad a los otros dedos puede realizar movimientos de cierta precisión. La capacidad craneana es variable y va desde unos 600 c.c. en las formas más primitivas a más de 1400 c.c. en las más evolucionadas. La forma del cráneo es también más humanoide: se reduce el prognatismo y los toros supraorbitarios. El arco dentario es parabólico y los molares en general más pequeños. Es un g. cosmopolita y dentro de él se han establecido varias especies que representan varias etapas evolutivas. Debió surgir en  África hace unos 2,5 m.a.

 

 

H.habilis.- Es el representante más antiguo del género, junto al H.rudolfensis. Se le atribuye una antigüedad entre 2.500.000-1.500.000 años. Se ha encontrado en Olduway (Africa) y se piensa debió convivir con los últimos australopitecinos y que fue el responsable de la industria de guijarros y de la industria de utilización de huesos, dientes y cuernos de mamíferos. Presenta menor robustez de la mandíbula, mayor capacidad craneal (unos 680 c.c.) y distinta dentición que los australopitecinos, así como un bipedismo más conseguido. Debió alimentarse de frutas y ocasionalmente, de carroña.

 

 

H.ergaster.- También africano, apareció a partir probablemente, de poblaciones de H. habilis, hace unos 2 m.a. Parece ser que originó la línea evolutiva que condujo al H.erectus. Fue el primer homínido capaz de recorrer erguido largas distancias. Era un auténtico cazador y es probable que inventara armas para abatir todo tipo de presas, lo que le permitiría vivir lejos de la selva; además quizá fuese el primer homínido con una considerable reducción del pelo en el cuerpo (el desarrollo en el hombre de las glándulas sudoríparas va parejo de la gradual desaparición del pelo). Una característica notable de esta especie es que originó la línea evolutiva de la que surgieron los primeros homínidos que salieron de África y se adentraron en Eurasia.

 

 

Hace 1,8 m.a  los primeros H. erectus aparecen en China y en Java. A lo largo de un millón de años nuestros antepasados llegaron a todos los continentes del Viejo Mundo, quizá en busca de nuevas fuentes de alimento. El H.erectus vivió hace 1.800.000-40.000 años (nótese su longevidad) y su distribución es fundamentalmente asiática (Pithecantropus - hombre de Java, Sinantropus - hombre de Pekín, fueron nombres que les dieron sus descubridores) Su esqueleto mantenía una posición vertical perfecta. Su capacidad craneana oscilaba entre 800 y 1100 c.c. Era ya un hombre inteligente, parecido a nosotros, que descubrió el fuego y tenía una industria lítica avanzada, consistente en grandes piezas bifaciales (hachas, rascadores, hendidores, etc). Fue el primer cazador organizado y por lo tanto el primer homínido carnívoro.

 

 

Los restos europeos más antiguos de un descendiente del H. ergaster son los de H. antecessor (800 mil años. Atapuerca, Burgos). Fabricaba instrumentos toscos y era caníbal, quizá ocasional. Su capacidad craneana se estima en algo más de 1000 cc.

 

Actualmente hay dos hipótesis para explicar las migraciones humanas por Eurasia, a partir del H. ergaster: La multirregional y la africana. La primera indica que los descendientes del H. ergaster se extendieron por todo el Viejo Mundo hace aproximadamente un millón de años, pero adquiriendo características regionales que darían lugar a las razas del hombre moderno, el H. sapiens. La hipótesis africana propone, que si bien H. ergaster colonizó toda Eurasia y África, fue en África donde evolucionó a H. sapiens, que luego, en una segunda oleada migratoria, hace algo más de cien mil años, se extendió por Eurasia.

 

 Algo posterior  es H. heidelbergensis, del Viejo Mundo (500 – 150 mil años) Se ha encontrado, por ejemplo, en Alemania (mandíbula de Mauer) y en Atapuerca (Burgos). De gran capacidad craneal (casi como la nuestra) pero de cráneo más robusto.

 

 De esta especie, parece ser que derivó H. neanderthalensis, el hombre de Neandertal, rama de homínidos desaparecida. Su cráneo era bastante alargado, con toros supraorbitarios bastante marcados. Tenía una capacidad craneana de unos 1400 c.c. Su cuerpo era rechoncho, de poca altura (1,5 m.) y sus piernas eran más bien cortas. Vivieron en Europa y en Oriente próximo en condiciones climáticas más bien duras (periodos glaciares), entre 150.000 y 30.000 años. Se adaptaron al clima glaciar, viviendo en cuevas y eran cazadores, utilizando lanzas de madera y bolas de piedra más utensilios de piedra tallada. Enterraban a sus muertos e inventaron los vestidos para sobrevivir a las épocas glaciares.

 

 

La última especie de homínidos, hasta la fecha es el H. sapiens, donde nos incluimos. Se encuentra fósil a partir del último periodo glaciar, a partir de 40.000 años. Se incluye el hombre de Cro-Magnon. Estos eran individuos esbeltos, de estatura elevada, musculosos y con capacidad craneana semejante a la nuestra (unos 1400 c.c.) Tenían una gran reducción facial, con una cara ancha y alta y de prominente mentón. Usaban utensilios más perfeccionados y trabajaban el hueso, confeccionaban ropas cosiendo pieles y construían tiendas y chozas. Eran expertos cazadores pero todavía no eran agricultores ni ganaderos. Son los responsables de las pinturas rupestres. A partir de estos hombres ya surgieron los hombres modernos, que eran ganaderos y agricultores (Neolítico). Coexistieron con los neandertales durante algunos miles de años y no se tiene claro que el H. sapiens provocara directamente la extinción de los anteriores; el hecho es que, ésta ocurrió, quizá por competencia con los hombres modernos.

 

¿Cuáles fueron las causas que indujeron la rápida evolución de los homínidos? Estos, en poco más de 4 m.a. pasaron de peludos primates a hombres modernos como nosotros. Es probable que hallan sido varias: La fundamental, quizá sea la adquisición de la postura erecta, el bipedismo, la cual, posiblemente desencadenó algunas otras: liberación de las manos y fabricación de herramientas, aumento de la capacidad craneana y de la masa encefálica, aparición del lenguaje, paso a una dieta omnívora….

 

(para más detalles sobre el proceso de hominización, léase mi artículo “Evolución de la especie humana”). En este aspecto, la postura bípeda, debió ser estimulada por el cambio climático que transformó la selva en sabana, como he escrito al comienzo del artículo: En la sabana, la postura bípeda es una forma más eficiente de recoger el alimento y además el animal humano se alza más sobre la hierba y puede ver mejor a sus enemigos, aparte de que el bipedismo soporta mejor la insolación, por ejemplo.

 

Una vez más, en este caso en la evolución de los homínidos, ha sido un evento geológico, la apertura de un rift tectónico en la franja oriental africana, (el motor térmico terrestre, de nuevo en acción) el que a cambiado la orografía de la superficie terrestre, el clima y de esta forma ha catalizado el paso  evolutivo del mono al hombre.

 

 


 

Un futuro inquietante

 

 

 

            Hemos visto que los hombres actuales, nosotros, y nuestros antepasados, somos unos recién llegados a este planeta: Compárese los 5-4 millones de años que hace que estamos aquí con los 240 m.a. que llevan los más antiguos mamíferos y los más de 600 m.a. que levan los primeros animales, por ejemplo. Pero nuestro “desembarco” en la Tierra no está trayendo nada positivo para la biosfera, para el resto de los seres vivos, que pueblan nuestro planeta… Con nuestra “poderosa inteligencia”, que no con nuestra sabiduría, estamos alterando de tal modo el medio ambiente, incluida la biosfera que es probable que seamos la causa directa de la próxima extinción de seres vivos… de hecho ya lo estamos siendo de muchos de ellos. Escribiré sobre este inquietante futuro a continuación.

 

Los continentes del futuro

 

 

            Teniendo en cuenta la fragmentación de la última pangea y la consiguiente evolución de la deriva continental, se pueden hacer ejercicios de extrapolación para intentar averiguar como derivarán los continentes en un futuro.

 

En un mundo futuro dentro de 50 m.a. se prevée que el Atlántico (particularmente el Atlántico sur) y el Índico continuarán su ampliación a expensas del Pacífico. Australia proseguirá su deriva hacia el norte e iniciará su rozamiento con la placa euroasiática. La porción oriental de África se separará del continente, mientras que su deriva hacia el norte cerrará en parte el golfo de Vizcaya produciendo grandes deformaciones en el Mediterráneo.

 

 

            Extrapolando un poco más allá, dentro de 150 m.a., El Atlántico norte, más antiguo que el sur, habría comenzado ya a cerrarse, mientras que éste seguiría ensanchándose, con la consiguiente separación de las dos Américas entre sí. La colisión de Australia con Asia habría unido los océanos Índico y Pacífico. África, Asia y Norteamérica se fragmentarían a partir de rifts. El continente africano seguiría empujando contra Eurasia y el mar Mediterráneo tendería a desaparecer.

 

 

            Si nos aventuramos más allá, esta evolución se vuelve menos previsible. Teniendo en cuenta el ciclo del supercontinente, cada 500 m.a., una nueva pangea se formaría dentro de unos 300 m.a., para fragmentarse después… La deriva continental seguiría hasta que el motor térmico de la Tierra lo hiciese. Algunos geólogos han pronosticado que dentro de unos 2000 m.a., la temperatura del interior terrestre descenderá tanto, que el manto dejará de moverse y la configuración continental se volverá definitiva. No habrá ni continentes móviles, ni magmas, ni orógenos, ni seísmos, ni erupciones volcánicas. Los continentes acabarán siendo inmensas llanuras. En esta previsible Tierra estática, la evolución biológica también se estancará….

 

 El futuro clima: Entre el calentamiento del invernadero y el frío glaciar

 

            Pronosticar el clima del futuro es tarea delicada. Por un lado hay que considerar los cambios climáticos naturales y por otro la influencia humana sobre ellos.

 

            El clima cambia de forma natural, como hemos visto, debido a varios fenómenos astronómicos y geológicos, como el lento cambio de la configuración de los continentes o pequeños cambios en la órbita de la Tierra y en la dirección de su eje de rotación. De esta forma, ya sabemos que en nuestro planeta alternan épocas cálidas con épocas de glaciación, que a su vez pueden estar divididas en periodos glaciares e interglaciares. En este sentido, el actual periodo interglaciar debe estar finalizando, ya que ha durado bastante más que la media que es de unos 12 mil años; un nuevo periodo glaciar nos alcanzará en un máximo de 4 mil años; después, la Tierra se introducirá en un largo periodo glaciar de unos 100 mil años. Pero estos eventos se ven a medio o a largo plazo.

 

A corto plazo, es más acuciante el efecto del calentamiento global que se avecina por los gases de efecto invernadero, provocados en gran medida por  la acción humana.

 

            Estos gases se han incrementado desde la etapa industrial humana de forma significativa: El CO2 ha aumentado un tercio, el metano se ha duplicado y el óxido nítrico ha crecido en un 15%. Si este incremento solamente se mantiene, se estima que en 200 años, la temperatura media terrestre aumentará entre 2 y 5 grados. Este incremento global de la temperatura traería importantes consecuencias: Incendios forestales con pérdida de la masa boscosa, con lo que ello significa; cambios en las precipitaciones con un clima más inestable, con temporales e inundaciones más frecuentes; aumento de la evaporación y por lo tanto de la aridez; fusión de los glaciares con la consiguiente elevación del nivel del mar, inundación de regiones costeras con sus ciudades; salinización de acuíferos costeros; muerte masiva de arrecifes coralinos…

 

 

            Hay opiniones que indican que el problema no es tan alarmante: los bosques absorben el exceso de CO2 y sobre todo, el petróleo se habrá agotado antes del 2100 y los gases invernadero bajarán considerablemente. Pero es prudente no jugar con un factor tan delicado  e interconectado con la biosfera como el clima y sería conveniente aminorar en lo posible la emisión humana de estos gases provenientes de las industrias y de los transportes. Una de las soluciones es el gradual reemplazo de las “energías sucias”, basadas en los combustibles fósiles, por “energías limpias”, no contaminantes, como la eólica, solar, hidroelétrica, de biomasa, y sobre todo, investigar y rentabilizar otro tipo de energías, limpias y más potentes, como por ejemplo la de fusión, que es la energía de las estrellas, entre otras.

 

 

La Tierra: Peligro de impacto

 

            Recordemos que en la nada tranquila historia del sistema solar, los impactos cósmicos han sido bastante frecuentes: El nacimientos de los planetas se debió a impactos de planetesimales y planetoides; después los planetas sufrieron un intenso proceso de craterización  como lo demuestra la gran cantidad de cráteres que existen en los planetas terrestres con escasas atmósferas; la Luna, nuestro satélite se formó como consecuencia del choque de un planeta del tamaño de Marte con la Tierra en sus comienzos, hace unos 4 mil m.a..; y después y hasta la actualidad, nuestro planeta, como los demás, ha sido agredida por asteroides de muy diversos tamaños; algunos de ellos han provocado extinciones biológicas de mayor o menor cuantía, o al menos han contribuido a ello, como el asteroide que acabó con los dinosaurios hace 65 m.a.

 

 

            Como acabo de indicar, nuestro planeta, como cuerpo cósmico que es, enmarcado en el sistema solar, está sujeto a las acciones del ambiente exterior, como nebulosas, explosión de supernovas… y sobre todo, a los impactos de cuerpos, de tipo asteroidal principalmente, de muy diversos tamaños; veamos:

            La Tierra recibe un bombardeo continuo de polvo meteórico. Cada día penetran en nuestra atmósfera a alta velocidad unas 100 toneladas de material meteorítico que se deposita lenta e imperceptiblemente sobre nuestro planeta.

             Sobre la Tierra se han identificado la huella de unos 150 cráteres de impacto; hay que tener en cuenta que la atmósfera y la erosión habrán borrado muchos más de los encontrados. El cráter más grande que conocemos es precisamente el cráter producido por el meteorito que acabó con los dinosaurios, que cayó en Chicxulub (México); tiene unos 180 km de diámetro y una profundidad cercana a los 50 km; el meteorito en cuestión, debió tener unos 10 km de diámetro.

             La atmósfera terrestre nos protege de multitud de pequeños proyectiles, del tamaño de granos de arena o de pequeñas piedras, miles de los cuales caen sobre nuestro planeta diariamente. Al quemarse en la atmósfera forman las conocidas estrellas fugaces. Los meteoritos rocosos de hasta algunas decenas de metros de diámetro se destruyen en la atmósfera al estallar debido al gran calor de fricción, lo cual es una suerte para nosotros.

 

 

            Pero la atmósfera terrestre no frena los objetos más grandes y estos pueden causar un daño considerable si chocan contra la superficie; por suerte, son objetos poco comunes. La energía liberada en el impacto es muy considerable; por ejemplo, el impacto de de un objeto de 35 metros de diámetro libera una energía equivalente a la de una bomba nuclear de varios megatones (la bomba nuclear lanzada en Hiroshima, liberó solo 15.000 toneladas de TNT; para reunir un megatón se necesitarían 65 bombas como esta); esto nos da una idea de la potencia de tales impactos.

            Se puede calcular la frecuencia con que suceden los impactos en la Tierra. Un objeto de 10 m de diámetro, que genera la décima parte de un megatón de energía, ocurre de promedio cada 10 años; suele explotar en la atmósfera, por lo que apenas es nocivo. Un objeto de 1 km de diámetro, que libera unos 100 mil megatones, impacta cada 100 mil años. Los objetos de 10 km de diámetro, como el de Chicxulub, nos impactan cada 100 millones de años. Son los objetos de 1 km, antes citados, los más peligrosos para nosotros, por su relativa abundancia y su frecuencia de impacto.

             ¿Cómo evitar tales objetos? Si se detectan con la suficiente antelación, podrían ser desviados o destruidos por una bomba nuclear de varios megatones, aunque no se garantiza un éxito al 100%.

 

             De todas formas, hay amenazas más a corto plazo que nos pueden afectar, como el deterioro del medio ambiente como vamos a ver a continuación…

 

 

La biosfera, amenazada por el hombre

 

 

            Probablemente, va a ser el hombre y su acción sobre el medio ambiente, el que va a determinar las características del futuro más inmediato de la biosfera. Dos rasgos fundamentales distinguen a la evolución humana de la del resto de seres vivos: una rápida y potente evolución cultural, que se suma a la más lenta y común con otros seres vivos, la evolución genética, y como consecuencia de esta cultura, una acción sobre el medio ambiente de gran envergadura, que ningún ser vivo había producido hasta la fecha; como consecuencia el hombre, puede influir sobre su propio proceso evolutivo, para bien o para mal.

 Y ahí está el peligro… el gran potencial intelectual de la especie humana es capaz de modificar drásticamente y de forma acelerada su medio ambiente, pero este enorme poder intelectual que deriva de su acelerado desarrollo cerebral, desgraciadamente, no va acompañado de una acción sabia sobre su ambiente, con lo cual nuestra especie corre el peligro de autosuicidarse, al provocar un deterioro irreparable en la biosfera, de la que depende. Veamos algunas acciones:

 

            Quizá el problema más importante que sufre la humanidad es la superpoblación. La naturaleza es sabia y cuando otras poblaciones de seres vivos, aumentan en exceso, de forma natural se autorregulan, pues hay una resistencia ambiental que frena el aumento excesivo de cualquier población; aparece escasez de recursos, tales como alimento, espacio, luz… y sobrevienen enfermedades que diezman las poblaciones; además los depredadores mantienen a raya a las poblaciones de las presas, estableciéndose un equilibrio entre las poblaciones de depredadores y presas; por lo tanto el exceso de población se elimina naturalmente, mediante la acción de depredadores, o de infecciones o de mortandad a causa de falta de recursos y las poblaciones mantienen un cierto equilibrio con su ambiente.

            Pero en el caso de la especie humana, la cosa cambia: No tiene enemigos en otros animales, ha logrado superar gran parte de las enfermedades microbianas, los adelantos médicos, impiden que haya una mortandad como en otros animales y se reproduce a un ritmo considerable. Los enemigos del hombre son los propios humanos; pero a pesar de las guerras, que existen desde que la humanidad aparición sobre el planeta y que en cierto modo son mecanismos autorreguladores de las poblaciones humanas, la especie humana ha aumentado de forma alarmante y lo sigue haciendo.

             En el año 1000 éramos menos de 500 millones, en el año 2000 llegamos a 6.000 millones y en 1930 no éramos más que 2.000 millones. El censo humano sobrepasará los 9.000 millones en el año 2050, si seguimos a este ritmo, en esta explosión demográfica. La población humana aumenta en unas 10 mil personas cada hora, 85 millones por año. Y para más agravio, la gran mayoría de los recursos son consumidos por una minoría en los países llamados desarrollados.

             Sumemos a este exceso de población, el enorme consumo de recursos naturales que exige nuestro desarrollo tecnológico y comprenderemos el injusto abuso al que sometemos nuestro planeta.

 

 

            Los demás problemas ambientales son consecuencia directa de la superpoblación humana y del consumo desmesurado de recursos ambientales debido al desarrollo tecnológico.

 

             El consumo energético que conlleva el desarrollo humano radica actualmente en las llamadas “energías sucias”, basadas en los biocombustibles fósiles, carbón y sobre todo, petróleo; estas energías son altamente contaminantes, no solo por los gases nocivos que se desprenden a la atmósfera en su utilización, sino por los vertidos al mar (las mareas negras) y los residuos que generan, muchos no biodegradables, como los plásticos derivados del petróleo. Por nuestro bien, es de esperar que se utilicen en un futuro energías más limpias: solar, eólica, de biomasa,…. y sobre todo, la de fusión, la energía de las estrellas, de gran potencia, aunque su tecnología, todavía no está suficientemente desarrollada; como en un plazo de 50 – 100, el petróleo se agotará, el hombre se verá obligado a utilizar otro tipo de energías; esperemos que el deterioro ambiental para este futuro próximo no sea irreversible…

 

             Otra acción negativa del hombre es el deterioro de espacios verdes, bosques y selvas. Alrededor del 6% del área continental se encuentra cubierta por la selva tropical; cada año se destruye el 1% de estas áreas verdes del planeta. Estas masas verdes son verdaderos pulmones del planeta que oxigenan el ambiente (fotosintéticamente), atraen las lluvias al mantener un ambiente húmedo, protegen al suelo de la erosión, son el hábitat de gran cantidad de seres vivos, son fuente de alimento y medicinas naturales… Nosotros, con nuestra miopía intelectual estamos acabando con tales recursos naturales, explotándolos de forma desmesurada para obtener espacios abiertos para la agricultura, ganadería, madera para las industrias madereras y del papel; estas explotaciones quizá sean necesarias pero deberían llevarse a cabo de forma más comedida y racional sin que primaran intereses económicos y lucrativos dudosos, tales como obtener madera barata mediante incendios provocados en los bosques, o para satisfacer intereses urbanísticos. Con la tala desmesurada de estos espacios verdes, favorecemos la desertización, privando a los terrenos de estos bosques y provocando la excesiva erosión, con el empobrecimiento o desaparición de los suelos y la desaparición de las formas de vida. En la desaparición de los bosques y selvas, también contribuyen los incendios, muchos de ellos provocados.

 

            La contaminación es otra de las agresiones humanas al ambiente. Esta contaminación se realiza en la tierra, en el agua y en el aire. El medio terrestre está siendo contaminado por residuos humanos de todo tipo: vertidos de aguas sucias, exceso de abonos, plagicidas,… y sobre todo residuos sólidos urbanos, las basuras, que muchas veces no se gestionan debidamente, ensuciando los campos y muchas de ellas como los plásticos no son biodegradables. Las aguas dulces y saladas se ensucian constantemente, por los vertidos de aguas residuales de ciudades, industrias, etc, vertidos petrolíferos (mareas negras), residuos radiactivos, etc. La atmósfera se contamina mediante todo tipo de gases y partículas de desecho procedentes de los transportes, industrias, fábricas, ciudades, etc.; estos gases incrementan el calentamiento global (efecto invernadero), o contribuyen a deteriorar la capa de ozono, o provocan las lluvias ácidas que deterioran la flora y la fauna, o hacen el ambiente irrespirable….

 

            La disminución de la biodiversidad es otro de los grandes problemas que sufre la biosfera. Se estima que cada día perdemos 100 especies de plantas y animales. De esta forma se pierde un recurso, no solo por su interés biológico en sí, sino por que se desequilibran los ecosistemas de los que formas parte estas especies y además porque pueden ser de utilidad al hombre como ser fuente de fármacos y de nuevos productos alimenticios. En este sentido, la especie humana es la principal causante de la actual extinción de formas de vida. 

            Otro factor negativo es el agotamiento de recursos naturales por la creciente demanda humana causada por la superpoblación y el desarrollo humano. Recursos no renovables tales como, los combustibles fósiles, minerales y rocas, y sobre todo, agua dulce, escasean cada vez más; el que los combustibles se agoten, a la larga, puede ser beneficioso, pues de esta forma se utilizarán energías alternativas menos contaminantes; pero hay un recurso semirrenovable, el agua dulce, del que depende la humanidad y este recursos es cada vez más escaso, estando los problemas de abastecimiento de agua dulce cada vez más generalizados, favorecidos por la desaparición de bosques que atraen a las lluvias y por la desertización. Es posible que se pueda obtener agua dulce a partir de agua salada, pero, esto todavía no se ha conseguido de manera rentable.

 

            Además de todas estas agresiones, no se descarta una posible guerra nuclear, con la emisión de radiaciones que dañen las especies vegetales y animales, además de acabar con parte o toda la humanidad.

 

 

            ¿Qué deberíamos hacer ante este negro panorama? En primer lugar, tomar conciencia del problema; parece ser que poco a poco lo estamos haciendo, pero las acciones propuestas para remediarlo, suponiendo que se propongan, no siempre se cumplen, o se cumplen de forma débil, lenta e insuficiente: hay fuertes intereses económicos establecidos en juego que paralizan las posibles acciones y los políticos, que son los que tiene mayor poder a este respecto, muchos de ellos implicados en estos juegos de intereses, no actúan con la eficacia debida.

 

 

            Actualmente se habla del llamado “desarrollo sostenible”: un desarrollo humano que no sea tan agresivo con el medio ambiente y que permita su saludable existencia; pero este equilibrio entre el desarrollo humano y la preservación del medio ambiente es difícil y requiere una acción conjunta y coordinada de todos los estamentos sociales, de toda la humanidad. Aunque la ciencia y la técnica podrían, mediante inventos y acciones adecuadas superar muchos de estos problemas (agua dulce a partir de agua salada, alimentos transgénicos, repoblación forestal, nuevos sistemas agrícolas, energías limpias, control de lluvias, reciclaje de basuras, bacterias que degradan residuos, etc.) tiene que haber un cambio de mentalidad en los grupos de poder de la humanidad para llevar a cabo tales acciones de forma eficaz; no solo es un problema científico y tecnológico, sino también, y sobre todo, un problema ético, social y político. La verdad es que el futuro se ve bastante turbio…

 

De todas maneras, suponiendo que la humanidad desaparezca antes de lo que como especie se espera, y que la biosfera quede dañada por su culpa, ésta se recuperaría, en un plazo prudencial y quizá nuestra desaparición, como la de los dinosaurios, diera la oportunidad al desarrollo y evolución de otras formas animales…. Esperemos que esto no suceda y seamos nosotros los que evolucionemos y originemos especies más directamente relacionadas con nosotros, en nuestra línea, pero más inteligentes y sabias, que posiblemente se expandan por el sistema solar y quizá por otras zonas del espacio…

 

 La muerte de la Tierra

 

Independientemente de lo que suceda con la humanidad y la biosfera, nuestro planeta, a largo plazo, depende de su energía interna y de su estrella el Sol, que tiene un cierto periodo de vida. En este aspecto, la Tierra acabará siendo destruida por la misma estrella que le proporcionó la vida. El Sol aumenta su luminosidad en un 1% cada cien millones de años; dentro de mil millones de años, quizá la temperatura de la Tierra se eleve tanto que los océanos comiencen a evaporarse. En el plazo de unos 2 mil millones de años, esto llevaría al final de la vida terrestre; además se calcula que para estas fechas, nuestro planeta habría perdido prácticamente la totalidad de su energía interna por enfriamiento y sería un planeta geológicamente muerto.

 

 

 

 

 

            Hacia unos 5 mil millones de años a partir de ahora, el hidrógeno del núcleo solar se habría agotado y nuestra estrella entraría en un periodo de evolución estelar de gigante roja, expandiéndose y calentando enormemente a los planetas interiores, entre ellos el nuestro, convirtiendo su superficie en un océano de magma y posteriormente, los residuos terrestres quedarían como un cuerpo muerto y frío, al transformarse el Sol en una residual estrella enana blanca.

 

 

 

 

 

Conclusión

 

 

 

 

 

            En este último artículo de la serie de cuatro sobre “La Tierra, un planeta vivo” hemos leído como aparece el hombre sobre nuestro planeta, su rápida y singular evolución hasta la fecha y su agresiva acción sobre la biosfera terrestre, lo que augura un próximo futuro no muy claro y un tanto tenebroso. Confiemos en la cordura y prudencia de la inteligencia humana, por su propio bien y el de los seres vivos que habitan nuestro querido planeta.

 

 

 

 

 

Referencias bibliográficas

 

 

 

 

 

            No quiero terminar esta serie de artículos sin indicar dos excelentes libros de divulgación científica consultados y de los que he recogido parte de la información reflejada en estos trabajos:

 

 

 

 

 

-         Biografía de la Tierra.- Francisco Anguita. Aguilar 2002

 

-         Hijos de las estrellas.- Daniel Roberto Altschuler.  Cambridge  2001

 

Año 2003